¿Por qué perdió el Neoliberalismo?


El liberalismo fue sin duda el ganador del ciclo de las guerras mundiales y la guerra fría, el gran consenso a finales del siglo XX era que la democracia era el mejor sistema de gobierno, el libre mercado el mejor sistema económico y la globalización era un hecho consumado en todo el mundo.  

Los defensores de este modelo, tanto en la centro-derecha como en la centro-izquierda, pensaron que con este relato, la historia llegaba a su fin. 

 

Pero luego de la crisis económica del 2008  y sus repercusiones posteriores, los discursos anti-capitalistas en la ultra izquierda y anti-globalistas en la ultra derecha empezaron a encontrar un fuerte eco en la ciudadanía.

 


Para los millennial el sueño americano dejaba de a poco ser una realidad. 

 

A pesar de gozar de los beneficios de las sociedades y mercados abiertos, como la aceleración tecnológica, las redes sociales y los aparatos inteligentes, cuestiones básicas como la viviendo propia se fueron convirtiendo en un espejismo en el desierto que se alejaba más y más para toda una generación. 

 

Los liberales se convirtieron lentamente en los guardianes del procedimiento republicano, dándole una importancia desmedida a la forma por sobre el fondo, pensando ingenuamente que aquel proceso civilizatorio sería suficiente, pero nada más lejos de la realidad.

 

La izquierda, los grandes ganadores culturales de esta última década, utilizaron los mecanismos dentro de la democracia liberal para ir tomándosela poco a poco, con el discurso que todo sujeto o colectivo que fuera históricamente más débil que otra identidad, era inmediatamente una víctima y por tanto su contra parte, un victimario.

 

Este discurso se volvió tan evidentemente hegemónico, hasta el punto que hoy el procedimiento liberal es solo cosmético.

 

El fin comienza a justificar los medios, lamentablemente. 

 

El fin comienza a justificar los medios, nuevamente. 

 

Ninguna revancha es suficiente para los guerreros de la justicia social. 

 

La derecha por su parte, también reaccionó con fuerza, ofreciendo un discurso de orden de las jerarquías, donde toda desigualdad tenía un sustento natural, pero esa estrategia de minoría, solo retrasa la victoria de la izquierda, solo consigue que sea una derrota en cámara lenta.

 

Otros sectores más moderados de la centro-derecha, lograron por un tiempo, convencer a la opinión pública con el discurso de la meritocracia, como justificativos de la desigualdad material, pero su respuesta, no tuvo un correlato en la realidad, sobre todo en la fuerte desigualdad de trato. 

 

Por tanto, en este sector, prefirieron apaciguar la falta de discurso justificativo con prebendas economicistas, esperando que el consumismo fuera suficiente para contrarrestar la falta de relato. 

 

Mientras el liberalismo apolíneo, obsesionado con las reglas del juego, prefirió ser árbitro mientras solo administraba goles en su contra, de lado y lado. 

 

A estos últimos relatos asépticos, son lo que popularmente se conocen como neoliberalismo, una estrategia formal, anclada en el homo economicus y la frialdad jurídica procedimental, que no es capaz de ofrecer en el mercado de las ideas, algo que movilice simbólicamente. 

 

Si el liberalismo no recupera su dimensión dionisiaca y vuelve a ofrecer una épica 

sustentada en la autonomía de la voluntad, o lo que es lo mismo, una nueva estética de la libertad individual, estamos condenados a un lento fracaso, paso a paso hasta hundirnos nuevamente como a inicios del siglo pasado.   

 

Esta batalla no solo se gana con la cabeza, sino también con el corazón, con la pasión, con símbolos y relatos potentes que vuelvan a poner en el centro, la Libertad.

 

Por:

 

Lucas Blaset, Analista Político, Director Ejecutivo de Liberty News.

 

Beatriz Sotomayor, Psicóloga y Directora de Contenidos Liberty TV.

 



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