¿El Problema Estético del Capitalismo? ¿El Problema Estético del Liberalismo?
¿Una estética diferente para el Liberalismo y el Capitalismo?
Por Beatriz Sotomayor, Psicóloga y Directora de Contenidos Liberty TV
y Lucas Blaset, Analista Político, Director Ejecutivo de Liberty News.
Y te hablaremos del papel de la estética en la transmisión de ideas.
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Para que las ideas ganen fuerza en una sociedad, estas necesitan de varios factores, cómo puede ser la coherencia interna de dichas ideas —lo que comúnmente llamamos ideología—, la aceptación grupal a través de la identificación con las ideas y los otros miembros que las comparten —tribalismo—, pero también y no menos importante, la estética que envuelve a la idea en cuestión, haciéndola más atractiva y digerible.
Algunas ideas a nivel simbólico han tenido un gran éxito comunicacional, los totalitarismos del siglo XX fueron expertos propagandistas, y sus ideologías calaron muy hondo en sus respectivos pueblos, al borde del fanatismo, el simbolismo tuvo un papel fundamental.
En la antigüedad, las religiones, tuvieron una estrategia similar, siendo el cristianismo pre-moderno uno de los casos más exitosos de la historia, con una potente imaginería, que logró expandir el meme religioso por todo el globo.
Hay que dejar en claro, que la estética es una herramienta moralmente neutra, y que se puede utilizar para ideas buenas, tanto como para ideas negativas.
Distinguimos dos grandes estrategias estéticas que conectan inconscientemente con nuestro deseo, por un lado los estímulos super-normales y por otro lado la sublimación simbólica, ambos particularmente eficientes para seducir voluntades, y obtener una victoria cultural.
En el caso de los estímulos súper-nórmales, para quien no lo sepa, es la utilización de mecanismos evolutivos que tiene una especie, pero con simulaciones artificiales, que exageren una cualidad, hackeando nuestros sentidos, esto se utiliza mucho dentro del marketing, y las empresas dentro del capitalismo, son expertas en su uso, no así, en defensa del sistema mismo, separando el éxito del producto, del sistema filosófico que lo sustenta.
Por el otro lado, tenemos la sublimación simbólica —lo que sugiere, sin mostrar—, acá los ritos y los signos, son el elemento para conectarnos con lo sagrado, el arte y la religión, son sin duda, los principales artífices de esta estrategia, apelando a nuestra subjetividad y capacidad de interpretación, para generar conexión con la idea que se quiere transmitir.
Son dos estrategias que parecen contradictorias, una muestra más de lo que podemos procesar naturalmente, y otra menos, sugiriendo que rellenemos los vacíos de información, con ideas propias. La combinación de ambas, puede ser el secreto del éxito en la Seducción de las Ideas.
Queremos centrarnos de momento, en dos grandes ideas filosóficas o ideologías que tienen una raíz común, el liberalismo y el capitalismo, a nuestro parecer ambas con un déficit estético importante, en comparación con los recursos políticos, económicos y culturales que maneja.
A nivel del mainstream, la contra-cultura en occidente, parece tener en común ideas críticas hacia el capitalismo, que se replican casi por ósmosis, son pocos quienes defienden el sistema a raja tabla, casi siempre desde el utilitarismo, y con un atisbo de culpa.
La clara excepción son los libertarios, que con vocación de minoría, sostienen una contra contra-cultura, pecando de malismo —exagerando el egoísmo— para poder sostener sus puntos.
El gran problema de esta estrategia estética, son las amistades “malistas” y que adquieren los libertarios, asociándose con una ultra derecha, que nunca los encontrarán lo suficientemente malistas, conduciéndolos a una radicalidad que los aísla en un ostracismo político.
En el problema exactamente contrario, se encuentran los liberales, si se quiere el liberalismo democrático, de centro.
La defensa de los derechos humanos, la promoción de la democracia, y el internacionalismo institucionalista, son cuestiones muy valorables, pero que al ser universales socialmente aceptados por la gran mayoría de ideologías políticas, generan una adhesión irrelevante.
La moderación y la valoración del consenso, confluye en el mejor de los casos, en una estética aséptica, en el peor de los casos en un buenísimo castrado.
Este problema se acentúa en los liberal-igualitarios o liberales más progresistas, el buenismo culposo, nunca será lo suficientemente auto-flagelante para dejar a sus socios socialdemócratas y de izquierda, contentos.
Vemos que el liberalismo y el capitalismo, tienen un problema de estrategia de marca,
por razones opuestas, mientras que el liberalismo le hace falta más “picante” para ser atractivo, el capitalismo necesita el dulzor necesario para poder ser tragado con mayor gusto.
Al liberalismo le hace falta ser sazonado con merkén y al capitalismo le hace falta un baño de caramelo.
Cuando el fondo es muy duro, el envoltorio necesita ser más alegre, al contrario, cuando el fondo es muy blando, necesita una estética más ruda.
La mayoría de cuentos originales adaptados por Disney, son mucho más crudos en sus versiones originales, y al contrario, muchas de las letras de canciones de rock clásico
o heavy metal, son baladas románticas con ruidos guturales.
Veamos dos ejemplos estéticos-ideológicos contemporáneos que puedan ayudar a graficar la idea.
Por un lado, tenemos las causas LGBT, ideas que en los últimos 30 años han ido calando profundamente en la sociedad, con una agenda que, sin exagerar, en los últimos 1.500 años se veía imposible, la heteronorma estaba enraizada en la moral de occidente, con demasiada profundidad.
La estética de gran parte de la subcultura LGBT era durísima —véase la cultura leather—,
pero cuando salieron del closet de la contra-cultura a la cultura mainstream, su estrategia estética fue todo lo contrario, apelaron a la alegria, lo positivo, la diversidad, al humanitarismo que ya era parte de los valores universales —al menos en occidente—,
para que la gran mayoría de la sociedad, los aceptará y los respetará, o al menos vamos avanzando en ese camino.
Acá no se trató de buenismo o malismo, se trató de lo positivo y lo alegre —a pesar de tener historias trágicas de sobra—, lo que es particularmente útil para pasar de la contra-cultura a la cultura.
Acá es donde el capitalismo debería aprender una importante lección, más allá de que Starbucks o Apple, pongan sus logos con el multicolor arcoíris LGBT, es el capitalismo como sistema global el que debe generar sus propios iconos estéticos, en positivo, y la clave está en la tecnología, en el optimismo hacia el futuro, aunque cueste, si la comunidad LGBT puede, los defensores del sistema económico de libre mercado, también pueden, solo falta la voluntad de hacerlo.
Nuevamente el liberalismo político tiene sobre sus hombros la carencia contraria, el mejor ejemplo contemporáneo que se viene a la mente, es el ateísmo y el laicismo.
Definirse como la contradicción a algo — o peor aún por las carencias de algo— tiende a ser poco atractivo, el ateísmo por ejemplo, no propone ninguna imaginería en particular, no invita a creer en nuevos dioses que reemplacen al anterior, en el fondo, no genera ninguna identidad, por más que sus argumentos lógicos son particularmente buenos.
El laicismo fue exitoso en sus inicios porque bebió de las alegorías republicanas con símbolos paganos pre-cristianos.
Luego intento aferrarse a la comunidad científica como iconos culturales, pero la ciencia —como método— es demasiado humilde para competir contra verdades reveladas y absolutas.
Fue ahí que el ateísmo y sobre todo la causa del laicismo tomó dos estrategias interesantes a inicios del siglo XXI, la primera fue la del ridículo, con el famoso “monstruo del spaghetti volador”, los piratas, a raíz de la ya clásica “correlación” entre disminución de la piratería y calentamiento global, una imagen didactica inimitable para explicar que correlación no es lo mismo que causalidad, por poner algunos ejemplos. Pero esta estrategia no fue lo suficientemente efectiva para hacerle frente, a la aún fuerte hegemonía del cristianismo político.
En el año 2012, se fundó “El Templo de Satan”, parte del activismo por el Estado Laico, tomando la imaginería de la “Iglesia de Satan” fundada en 1966.
Ambos grupos son ateos, pero mientras que la Iglesia de Lavey, era una religión que proponía un individualismo radical de corte Randiano, con inspiraciones Nietzschenas, de Crowley y de darwinisno social.
Al contrario, el Templo actual es liberal-igualitario, feminista y con una agenda progresista manifiesta. Teniendo un mayor éxito en adhesión que sus antecesores.
Defender al Estado Laico, al feminismo pro-elección y al ateísmo, no es lo más anti-cultural del universo, no al menos en la segunda y tercera década del siglo XXI. Pero el templo logró hacerlo con estilo —un estilo especialmente irritante para el teoconservadurismo activista—, siguiendo la lógica estética de una balada romántica
con heavy metal de fondo.
El Satanismo se hizo de la estética de la contra-cultura para promover el Estado Laico,
la Comunidad LGBT se hizo de la estética de alegria para promover la Diversidad Sexual.
Hay lecciones que puede sacar el liberalismo y el capitalismo respectivamente de ambas experiencias de marketing político y simbolismo estético.
La clave está en sugerir y estimular, en dejar a la imaginación subjetiva y mostrar lo imposible como posible.
En términos cinematográficos, se necesitan más escenas elegantes, en cámara lenta con música épica de fondo, quizás en blanco y negro, que seduzcan sugiriendo, enriqueciendo los símbolos, como una película de Zack Snyder.
Por otro lado, hay que hacer sexy lo que hoy no lo parece, con luces de neón, y excitar nuestros sentidos al maximo, recordemos que parte de la Metamodernidad es hacer posible los oximorones, el paleo-futurismo es un claro ejemplo de aquello.
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