¿Estamos viviendo el fin de capitalismo en Chile?



Quizás sea una frase un poco exagerada, pero probablemente el capitalismo en su modelo coloquialmente conocido como “neoliberalismo”, si está llegando a su fin. Y no ha sido un final poco dramático, a decir verdad. 


Más allá de ver quien le pega la última estocada al neoliberalismo, probablemente acá, amerita primero realizar un análisis crítico, sobre los supuestos defensores del modelo de libre mercado, y donde estuvieron sus errores. 


En una primera intuición, pondría la mira sobre dos entelequias nacionales: La Élite, y Piñera.


Como los principales culpables del fin de la era neoliberal chilena. 


No por una culpa intencional de ellos, claro está. Ya que la actual élite y el Presidente de la República, son de los más beneficiados de este modelo económico, ellos se forjaron y crecieron en él. 


Pero fueron víctimas de su propio éxito. 



En un sistema cultural donde el valor supremo que ordene nuestras prioridades y jerarquías sea el dinero, quien más dinero tiene, mayor jerarquía social tiene, esa es la lógica que se impuso en el Chile de mediados de los 70 y que duró hasta mediados de los 2010.

¿Que hace un personaje con grandes talentos y una ambición desmedida dentro del modelo descrito? 

Probablemente dedicarse a las dos áreas profesionales más valoradas en su época, las que más conecten con el ya mencionado dinero y también con el poder. Ser un empresario hasta hacerse millonario, ser un político hasta hacerse presidente.

En otros momentos culturales, probablemente estuviéramos hablando de una especie de Übermensch Randiano de la era reagan-thatcher, pero hoy, más bien parece todo lo contrario. 

Y es una cuestión de relatos, de uno que tiene que ser socialmente aceptado por toda la sociedad, sobre todo por los que están en la otra cara de la moneda social. 

La idea de meritocracia caló profundo en occidente neoliberal, también en nuestro país y por tanto en una nueva élite —que muchas veces era la vieja élite terrateniente, la cual se debió disfrazar de meritocracia capitalista para poder justificar sus ganancias, muchas veces sin éxito—.

Cuando Sebastián Piñera ganó la primera vez, convencido él y en su círculo, que eran el pináculo de la evolución humana en su versión meritocratica, hablaban con convicción sobre “el gobierno de los mejores” (Aristocracia), probablemente hicieron caso omiso a las fallas endémicas de nuestra élite local criolla, como también, que la meritocracia en la realidad es bastante distinta a la de la teoría.

Pero a esta élite no les importaba mirar para el lado sobre sus propios fallos, porque solo les bastaba que toda la sociedad creyese en el mismo mito sobre la meritocracia, para que los engranajes del sistema funcionaran, y así fue, por mucho tiempo, fue bueno para todos.

Otros culpables que no se pueden escapar del banquillo de los acusados, fue la “clase política” en Chile, al menos los que se habían preparado mucho en el extranjero y venían a heredar la República de sus padres, de esos padres que habían recuperada la democracia contra la dictadura, pero aunque ellos venían renovados, no venían con la ambición necesaria, para ser protagonistas de su propia historia. 



La llamada Generacion X, la generación perdida, que no se atrevió a tomar la posta política después del primer gobierno de Bachelet, cuando les tocaba gobernar y aplicar todo lo aprendido en cuanto doctorado en universidades norteamericanas prestigiosas hubiera. 


Esa generación que fue más bien cobarde, en cuanto a decirle a sus padres que se retiraran, que era su turno de brillar.


Fue cuando intentaron hacer que ex presidente Ricardo Lagos fuera su candidato presidencial en 2009 y terminaron consiguiendo que fuera el ex-presidente Frei, ya se vaticinaba que nada bueno venía para ellos. Finalmente Bachelet terminó por volver en 2013, y luego la derecha y su propia generación X, hizo exactamente lo mismo, con la misma miedosa comodidad trajo de vuelta a Piñera. 


Ya ahí hablamos de una casta política castrada, bien inútil, a decir verdad. 


Esta casta política vive parasitariamente dentro de los instrumentos institucionales llamados Partidos Políticos, los mismos que deben ser garantes de nuestra democracia liberal. Pero en nuestra Republica, se volvieron maquinarias obsoletas, viejas, llenas de fallas, que entre competir o modificar las leyes para competir menos o de frentón no competir, prefirieron siempre lo segundo. 


Pocas instituciones en nuestro país, diría casi exclusivamente los Partidos Políticos, son los únicos que no tienen checks and balances dentro de nuestra democracia. 


Sin un proyecto país que pensará en las próximas elecciones, en vez de las próximas generaciones, solo era cosa de tiempo para que un modelo sin relato, terminara por caerse a pedazos. 


Nuestra élite sociocultural por otro lado, hacia mucho había dejado de producir pensamiento o ejercer su labor más noble, proteger la Republica de las diversas amenazas populistas, pero no, prefirieron los títulos, los números, el excel, el turismo aventura en los gobiernos de Piñera, pero sin ninguna intención de crear un nuevo relato detrás, que justificara su posición, ni siquiera readaptar el relato anterior, porque no tenían ningún sueño país, sino que simple sumas de defensas corporativas y engrosamiento del currículum. 


 

Piñera era ya para entonces el “Rey desnudo”, un ex-presidente de nuevo presidente, uno de los billonarios más ricos del país, la encarnación misma de la élite —y ya no del mérito, como vendía su imagen en sus primeras campañas en 2005—, ya estaba claro, para hacer caer al sistema neoliberal, bastaba con hacer caer a Piñera. No había una élite o sistema de partidos que pudieran ocupar su lugar como avatar del sistema de libre mercado. 


¿De quién fue la culpa entonces de ver el derrumbe del modelo? 

Probablemente de todos en parte, de la nueva vieja élite, de los partidos políticos tradicionales, de la ambición desmedida de Piñera y de todos aquellos que prefirieron la comodidad a la competencia, lo conocido por sobre lo nuevo, la quietud sobre el cambio, todo lo contrario a los principios del neoliberalismo, que todos ellos decían defender.


Estamos a portas de un nuevo ciclo en Chile, con toda seguridad, no seguiremos siendo los jaguares de latinoamérica o algo similar, con toda probabilidad sean los políticos millennial los que pongan la música de la política en este nuevo ciclo, una generación más preocupada de los like que generan data, que del dinero que compra bienes. 


Con una nueva clase media, que ya no cree en el relato de la meritocracia ¿En qué tipo de relato cree esta nueva clase media? En ningún universal de momento, habrá que ver qué sigue, hay varias opciones; la innovación podría ser una de las salidas para recuperar nuestro orgullo como sociedad, pero quizás al contrario, sea la dignidad y el “bienestar” como nuestros vecinos en el continente la que se termine imponiendo, sea cual sea que elijamos, será decisivo para el nuevo modelo de desarrollo en Chile para las próximas generaciones, y ojalá tengamos una nueva élite, nuevos partidos políticos y nuevos líderes, que esta vez estén a la altura.



“Here is a secret about powerful men, 

one they would prefer go unspoken: 

their arrogance is one of their 

greatest forces in the universe. 

Even the most paranoid among them see

what they want to see…”

Middlegame, Seanan McGuire



Por Lucas Blaset, Analista Político, Director Ejecutivo de Liberty News.


 

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