¿Con sueños de Guerra Civil?


Por Beatriz Sotomayor, Psicóloga y Directora de Contenidos Liberty TV.

 

El panorama nacional no es ningún volcán a punto de explotar, no es un Krakatoa, es una humilde olla a presión, a la que tratan de subirle la temperatura, y ójala convertirla en una bomba casera. ¿Porqué digo olla y no volcán?, pues por que estamos exhaustos, especialmente, quienes no estamos tratando de pescar en las aguas revueltas del poder.



Pero este cansancio no llega ni al congreso, ni a los otros espacios de poder, lo que es lamentable, ellos están en una vorágine, pues se creó un vacío de poder, donde los distintos intereses políticos están jugando un ajedrez, pero uno farandulero de un corto plazo impresionante, cortando la rama del árbol en la que están todos sentados, y por supuesto, creando el espacio para que un líder fuerte venga “a cortar el w***o”, si existiera la tecnología, estarían reviviendo a Pinochet en algún laboratorio.

Ignacio Briones escribió una columna en el Mostrador, de la que el Dínamo publicó algunos extractos “lo que en estos días vemos en la esfera pública es una desenfrenada lucha de rostros de TV, autoridades electas y candidatos a distintos cargos por ganarse el cetro al más indignado, al más conmovido, al más conectado con el sufrimiento humano. Es la carrera por exprimir el dolor ajeno”.


Mención honrosa en la indignología, debe entregarse al ministro del Tribunal Constitucional, Iván Aróstica, quien declara en el Mercurio el 29 de Abril 2021 "Antes de pensar quién hace el retiro, el Presidente o el Congreso, deben preocuparse de la gente".

 

Miremos a este paladín de la preocupación por la gente, medallista olímpico de la empatía, que pone a las personas primero, me alegro qué haya desarrollado el amor por la humanidad, fenómeno muy nuevo en él, por lo demás.

 

Estoy segura qué las malas lenguas que señalan que Aróstica aprovecho el momento nefasto que está pasando el gobierno para hacer un ajuste de cuentas a la ministra Brahm, como señala La Tercera aquí, son puros cahuines tendenciosos y mal intencionados.


Y que su transformación a un hombre generoso es genuina, y que en un pasado muy lejano queda su miserable oposición a que se salve la vida de la mujer embarazada en caso de Urgencia Médica Impostergable.


“¿Cómo va a ser inconstitucional una norma que intenta evitar que la mujer muera? Probablemente ningún médico dejaría morir a la mujer, pudiendo salvarla. Esto es mencionado por el voto de minoría. Esta no sólo es una exigencia de la ética médica, sino jurídico-penal. En efecto, si un médico deja morir a la mujer, estando en posición de garante, pudiendo salvarla, comete homicidio en la modalidad de comisión por omisión. Entendido así, estos cinco ministros creen que es inconstitucional una norma destinada a evitar el homicidio de la mujer embarazada. Entonces, según el criterio de los referidos ministros (Peña, Aróstica, Hernández, Romero y Letelier), la Constitución no sólo permitiría dejar morir a la mujer embarazada, sino que prohibiría que la ley exija a los médicos salvarla si ello implicase vulnerar su conciencia moral". 


Los invitó a leer la página 176Aborto en Tres Causales en Chile. Lecturas del Proceso de Despenalización" (2019) en Línea para más detalle.


El ministro es uno de los tantos oportunistas ambiciosos, que vio la oportunidad de hincar el diente, y subirle la temperatura a la olla, en una de esas, él saca tajada.

 

Donde el ministro es humilde concursante, Pamela Jiles es Medallista Über olímpica, Master Chef de la Olla a Presión, pero de ella se ha escrito demasiado y para que darle más tribuna. 


 

En la otra vereda, se aprecian los esfuerzos sinceros para no polarizar, de Sebastián Sichel, por ejemplo, de no tratar de incendiar la pradera. Los cuales no solo deben reconocerse, ojala también fructifiquen.


Mientras tanto, el ciudadano de a pie, trata de rehacer su vida, y de funcionar lo mejor posible para “parar la olla”. 

 

Gente buena y decente que entiende que estamos en Pandemia, pero que no está accediendo a tratamientos médicos para cosas que no son covid, que sale a la calle haciéndole el quite a carabineros porque tiene que comprar un remedio, pues se le acabaron los permisos para salir, y tiene un enfermo en casa. Gente que está hacinada, que tiene a los niños encerrados y sin aprender o socializar como corresponde, lo que traerá no pocas repercusiones en sus futuras vidas adultas, gente honesta e inofensiva que mira el espectáculo de miedo e indignidad que entrega la televisión, gente buena que no puede escaparse a tener un momento de intimidad y placer porque les allanan los moteles, aunque cumplan con todas las precauciones sanitarias recomendadas por la ciencia. 

 

Gente que pierde la confianza en la institucionalidad y la democracia. Gente que no está en Twittter.


La salida constitucional

 

Toda esta crisis sanitaria y económica no depende de una constitución vieja o una nueva, pero la crisis institucional que vivimos si.

 

Con el espectáculo político y el desgaste institucional de las últimas semanas, incluso los más razonables del movimiento por el rechazo, podrían hoy replantearse cambiar una constitución, que ya no es capaz de frenar el populismo ni el Tribunal Constitucional, que aún con el híper-presidencialismo que tenemos, el congreso ha demostrado tener más fuerza, y todo esto sin cambiar una coma a la vieja constitución. 


Nuestra actual institucionalidad está muerta, y la enfermedad que la mató, viene de la cultura, es ahí donde tenemos que atacar el origen de esto, ya no basta sólo con tratar los síntomas. 

 

Soy una optimista del proceso constituyente, creo que puede ser una salida viable a la crisis institucional, al menos darle una válvula de escape a la presión de esta olla que quieren hacer explotar.

 

Pero con una nueva institucionalidad, es menester de todos, subsanar de fondo el problema cultural que aqueja a Chile, donde los “emprendedores del conflicto” siguen sacando réditos a costa del malestar de todos los demás.

 



 

Comentarios

  1. Súper claro y razonable. Ojalá que los interesados en que reviente la olla queden sin poder.

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