De un esperanzado apruebo a un posible rechazo
No soy una más del 80% que votó apruebo.
Soy parte de esa derecha que muchos llamaron ingenua, traidora e ignorante y que su proporción dentro del 80% desconocemos.
Sé que hay más por ahí porque he tenido la oportunidad de leerlos y escucharlos en redes sociales y medios de comunicación.
Recién, antes de empezar a escribir, vi un video del sensato Agustín Squella, dando cuenta de lo que propone el título de este escrito.
Voté apruebo porque entendí los argumentos.
Un país no puede tener un marco regulador que obligue a las distintas generaciones a regirse bajo un único modelo.
Una constitución no puede poner a las empresas en el centro y no a las personas.
Una constitución redactada en dictadura no puede ser representativa de toda una nación.
Entiendo que la constitución del 80 fue escrita por una comisión de expertos que se demoraron años, pero debo reconocer que algo de romanticismo y optimismo encontraba en la idea de que pudiéramos, a modo de reparación, redactar una nueva constitución.
Obviamente, mi primera gran decepción se produjo el 16 de mayo, cuando pudimos ver cómo las ideas liberales quedaban totalmente al margen de lo que podría llegar a ser nuestra carta fundamental.
Me faltó Cristóbal Bellolio, Sylvia Eyzaguirre y tantos más.
Resaltaban, ese día, las ideas de izquierda que muy bien representan aquellos organizados en la lista del pueblo que se hacen llamar independientes y los que, más honestamente, se sumaron a las listas de los partidos establecidos.
Luego vino el 4 de julio.
Esta vez destacaba Carmen Gloria Valladares por cumplir un rol republicano, neutral y democrático, valores que varios de los constituyentes electos no conocen o no respetan.
¿Cómo se explica, si no, la conducta manifiesta ante el himno nacional, siendo lo más indignante el hecho de que éste estaba siendo interpretado por jóvenes chilenos orgullosos y talentosos?
Recuerden que esas mismas personas después se llenarán la boca hablando sobre el respeto y los derechos de niños, niñas y adolescentes.
Una vez instalada la convención, después de varios incidentes a la chilena, nos pudimos ir enterando de lo que ocurría dentro, pero no gracias a la prensa que tenía prohibido el acceso y que debería cumplir el rol de mantenernos informados, sino que a través de las redes sociales de los constituyentes de nuestro sector.
Menos mal existen twitter, facebook e instagram.
Menos mal que existen celulares con internet que nos ayudan a recibir información de lo que ocurre dentro.
Nuestra convención está presidida por dos personas que, tendrán muchos estudios, pero que simplemente no han estado a la altura de sus roles.
Politizan, censuran, niegan el acceso a la prensa, opinan, favorecen, desestiman peticiones válidas, hacen votaciones a mano alzada, se pronuncian sobre temas que no le incumben a la convención y, después de todo, se victimizan.
¿Y el resto?
El resto disfruta viendo a una minoría aplastada.
Baradit goza cuando personas que piensan distinto a él son funadas e insultadas.
Atria valida la violencia como un medio para lograr un fin.
Malucha Pinto desacredita a Catalina Parot apenas asume en su cargo solo por ser de derecha.
Me temo que, sin darse cuenta, se están convirtiendo en eso que tanto repudian.
La constituyente tiene aires de totalitarismo y yo voté apruebo buscando precisamente lo contrario: más democracia, diálogo, madurez.
Queda tiempo y trabajo todavía y estaré atenta.
Queda esperanza en que, con el correr de los días, esta ola de intensidad ideológica se va a calmar y que los moderados podrán hacerse escuchar.
Aún hay tiempo para decidir votar apruebo o rechazo.
Karin Goldberger
Psicóloga clínica
Libre
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