Libertad, Poliamor y Dominatrices
De acuerdo con el libro Ética Promiscua: “El poliamor y las relaciones abiertas son muy habituales en las comunidades de sexualidad no convencional, ya que son escasas las probabilidades de que encuentres una pareja a la que le gusten todas tus fantasías”[1].
En algunas comunidades poliamorosas hay una evidente superposición con el mundo Swinger; el BDSM —Bondage, Dominación-Sumisión y Sado-Masoquismo— que es el intercambio de poder erótico, junto con las más variadas identidades de la diversidad sexual LGBTIQ+.
La clave está en la flexibilidad psicológica de los individuos que componen estas comunidades, para tener experiencias, emociones y sensaciones fuera de la norma.
Esto tiene como resultado un cruce de ideas, enseñanzas y prácticas entre estas comunidades, uno de los ejemplos más relevantes es el contrato poliamoroso, donde se explicitan las expectativas, se establecen límites y negocian los roles dentro de la relación. Práctica muy influida por el contrato BDSM, donde las partes “plasman sus deseos, necesidades y fantasías, pero también los límites hasta donde están dispuestos a llegar”[2].
En el mundillo BDSM, con su fascinante estética plagada de cuero, látex, encajes y mucha influencia dark, llama la atención por la performatividad que acompaña a esta subcultura, y dentro de este mundo, hay un personaje que nos intriga particularmente: la Dominatrix, un personaje, que si bien es parte de la modernidad, ya se ha manifestado en el imaginario simbólico en el pasado, de diversas maneras, la más antigua de la que se tenga memoria, se encuentra en la antigua sumeria, específicamente en las escritos de la princesa acadia Enheduanna en honor a la diosa Innana, véase “Hymn to the Goddess Innana” escrita en cuneiforme y preservada en la biblioteca de Ashurbanipal, a pesar del incendio que destruyó Nínive[3].
La Dominatriz tanto la profesional, como la amateur, nos intrigan por su exploración y despliegue de poderío personal femenino, fascinante para quienes sentimos que los roles usuales nos quedan demasiado estrechos. Anne O Nomis en su influyente libro, señala que las Dominatrices abogan por el “Modelo Empoderado” que enfatiza el derecho de los individuos de elegir lo que desean hacer con sus cuerpos y acceder libremente a información y apoyo, libres de estigma y opresión”.
Este personaje va bebiendo de distintas influencias en nuestra cultura, desde la Femme Fatale del comienzo del cine negro y la cultura pop. También el contexto de las primeras olas del feminismo, muchas veces por un temor curioso por parte del mundo masculino hacia la liberación de la mujer, ayudaron a ir creando a este personaje arquetípico, que finalmente encuentra en la cultura del cuero y el sadomasoquismo su componente final para ser parte del imaginario moderno.
Tuvimos la oportunidad de conversar con la influyente youtuber española, Sofía Rincón, que además es Dominatriz profesional, en aquella entrevista nos contó que en parte veía su rol como una guía de exploración sexual para sus clientes, rol que ella era capaz de realizar después de un ejercicio riguroso de exploración propia, donde iba corriendo los límites para si misma y otros cada vez más, además en el sentido técnico, como oficio es exigente pues requiere de equipamiento especializado y preparación para llevar a cabo una sesión de dominación de manera sana, satisfactoria y segura.
Volviendo a Anne O Nomis, cuenta que clientes entrevistados señalan que abandonan la sesión con la Dominatrix sintiéndose en “paz, revividos, aliviados y relajados. Señalan que los llevaron a un viaje, en múltiples sesiones, aprendieron más de si mismos, de sus deseos, de los matices de sus cuerpos y mentes, ganaron sabiduría de la experiencia”.
¿Es la Dominatriz un arquetipo feminista? No necesariamente.
Si lo vemos desde el feminismo radical, la figura de la dominatrix es demasiado sexo-positiva para la cuarta ola del feminismo, especialmente entre el ala “abolicionista” de este movimiento, su agenda política choca con la visión de una mujer que lucra con su cuerpo.
Este tipo de feminismo, sobre todo el marxista, muestra a todas las personas que realizan trabajo sexual como victima explotadas del patriarcado capitalista.
Precisamente la práctica de la dominación y del despliegue de su propio poder y autoridad, ha llevado a muchas dominatrices a estar al centro del movimiento por los derechos de trabajadoras y trabajadores sexuales, ya que cuentan con una privilegiada posición, que es el de ser al mismo tiempo mujeres autónomas y empoderadas, que tienen el control, sin dejar de ser también trabajadoras sexuales, los que le permiten ser el vivo ejemplo de la autonomía erótica y económica, mientras se lucha por los derechos de todos y todas las personas invisibilizadas dentro del mercado erótico.
Por eso quizás, otros mundo que se superponen constantemente, es el del feminismo liberal —sexo positivo— con el del BDSM —sobre todo en la figura de la dominatrix—, donde comparten no sólo intereses comunes, sino probablemente principios de libertad, flexibilidad y una tendencia contracultural importante.
Por tanto, es posible, que una quinta ola de feminismo, sea liberal y con látigo en mano, para someter nuestros prejuicios y liberarnos de las ataduras simbólicas, que aún persisten en la mayoría de nosotros.
Beatriz Sotomayor,
Isadora Reynolds,
Lucas Blaset,
Activistas del Poliamor.
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