¿Dejaremos que el miedo y la rabia guíen Chile?
Hace poco tiempo escuché en el último capítulo de Billions una frase de Taylor Mason sobre el odio: “nada brilla más fuerte y se quema más limpio”. Buena frase, como para ponerla en un tazón. Sin embargo, no es verdad, el odio quema como el petróleo.
“El resentimiento" -subrayó Nietzsche- "es la emoción del esclavo, no porque el esclavo sea resentido, sino porque quien vive en el resentimiento, vive en la esclavitud”.
Probablemente Nietzsche estaba pensando en la fijación con la que odiamos que, en casos extremos, termina por definirnos como personas. En términos políticos, algunos se definen como "Anti-algo", lo que significa que serían como activistas de todo lo contrario a ese algo, es decir, dejan que eso los defina y les quite iniciativa.
En términos personales, este odio quita vitalidad, pues es como una mochila pesada que nos acostumbramos a cargar y que cuando nos la quitamos, quien la cargaba se siente liviano y libre, como si flotara. Además, el odio ocupa mucho espacio mental, siendo usual que nos lleve a un estado de rumiación en el que pensamos permanentemente en aquello que detestamos, quitándonos creatividad y el espacio vital que podríamos ocupar para, por ejemplo, escribir ese libro que queríamos escribir, aprender nuevas habilidades y promover ideas que nos apasionan.
Una sociedad también rumia, especialmente una polarizada. Los polos se alimentan de su mutuo odio y, como he dicho, generan una energía altamente contaminante que nos quita vitalidad y cuya especialidad radica en destruir vía violencia y coerción. Todo esto es precisamente lo que el Liberalismo quiere evitar.
Un ejemplo de potencial desperdiciado lo da Eduardo Riveros Quiroz en su artículo “Convención Constitucional y Cuarta Revolución Industrial”. Es claro que la Convención vive aún en la primera revolución industrial con un foco en reescribir el pasado.
En este artículo, he prestado atención solo al coste en vitalidad de la rabia crónica para las personas y para nuestra sociedad, el cual tiende a pasar desapercibido comparado con la violencia, que los extremos autoritarios promueven y celebran.
La violencia puede crecer y ya lo ha hecho al punto del terrorismo. Las "paradas" en este “camino” han sido estudiadas en otro contexto y vale la pena revisarlas en el articulo porque claramente son desafíos que como sociedad estamos enfrentando “Fundamentalismo, Extremismo, Fanatismo y Terrorismo Religioso. Una clarificación de los conceptos”
Decidir el presente y el futuro de nuestro país y de nosotros mismos, desde la rabia y desde los “antis” , es decir, desde los populismos, puede resultar satisfactorio, pero nos quita la posibilidad de ser un gran país, uno vital y creativo, y francamente, merecemos más.
Beatriz Sotomayor
Libres
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