¿Qué pasó con la candidatura de Sichel?
¿Qué pasó con la candidatura de Sichel?
Las encuestas han mostrado una clara disminución del apoyo del que gozaba Sebastián Sichel, sobre todo en desmedro de José Antonio Kast.
¿Qué rayos pasó?
Más allá de temas circunstanciales, sobre los retiros, los debates, los ataques cruzados, etc, que son temas propios de una campaña, y por tanto manejables, hay una situación que intentaré explicar en esta columna, para entender la razón de este fenómeno, y porque creo que es, además, reversible en lo que queda de la campaña.
Es más claro si lo vemos en el contexto de un sistema parlamentario, las distintas fuerzas partidarias son tremendamente ideológicas y por tanto muy nítidas en su agenda e identidad política.
Para ella la necesidad de transar en un cierto pragmatismo viene después, en la negociación para armar coalición de gobierno, y esto se manifiesta en las últimas elecciones alemanas, donde los liberales y ecologistas, sacaron un 11% y un 15% respectivamente, pero ambos estarán con casi toda seguridad en el próximo gobierno, sea con la socialdemocracia 25% o con los conservadores 24%.
En nuestro sistema híper-presidencialista, usualmente la nitidez ideológica se llevaba a cabo en primera vuelta, y el pragmatismo tenía lugar en segunda vuelta, había tan solo un mes para construir esas mayorías, lo que es tiempo suficiente, sin el riesgo de perder la épica, la ideología y el estilo distintivo.
Con la inclusión de las primarias legales en nuestro país, a cuatro meses antes de la primera vuelta, la necesidad de integrar el discurso de los que perdieron en esa elección, dentro de la misma coalición, puso en riesgo la nitidez discursiva e ideológica que probablemente llevó al candidato ganador de la primaria a imponerse sobre el resto.
En este ciclo electoral, hubo solo dos primarias legales, la de la centro-derecha y la de la izquierda. Ideológicamente, Chile Digno y el Frente Amplio no tienen tantas diferencias ideológicas entre ellos, no más que las mismas tensiones internas dentro de los mismos partidos y subgrupos que lo conforman, parte de la esencia misma de las izquierdas.
En la centro-derecha no pasa lo mismo, el fusionismo conservador-liberal no termina nunca de cuajar ideológicamente, más allá de la defensa del estatus quo —que convénganos, es lo menos sexy del mundo— y la única manera de que tenga un sentido épico, es extremar todas las posiciones internas, definiéndose en base a la contraposición del contrincante más radical del frente.
José Antonio Kast no es libertario, pero en temas económicos hace guiños de sobra a ese sector, porque al frente la izquierda es anti-neoliberal y socialista. Probablemente JAK no sea nacionalista ni lo defina profundamente ser un patriota, pero le hace guiños a ese sector, le conviene debido a la domesticación de la izquierda progresista hacia la agenda del globalismo.
Kast, líder del Frente Socialcristiano, es en realidad solo un gremialista muy conservador, que suma estas dos ideologías —libertarios y patriotas— como partes de su discurso, para contraponerse al progresismo, la izquierda y el globalismo. Esto tiene la ventaja de poder generar una aparente nitidez ideológica, pero el costo de que muy difícilmente pueda ganar en una segunda vuelta —o liderar un gobierno de coalición en un sistema parlamentario—, excepto que se logre transmitir que el otro contrincante es igualmente radical, pero en la vereda opuesta.
En el caso del fusionismo liberal-conservador o conservador-liberal, donde se intente cuajar la versión más deslavada del liberalismo con el neo-conservadurismo, socialcristianismo o comunitarismo, situación en la que no se puede extrapolar ningún punto en particular, porque son dos ideologías antagónicas, históricamente adversarias, culturalmente contrapuestas, más allá del cherry picking anecdótico, la verdad, es que la única unión posible entre estas dos ideologías, es un miedo al adversario —en general al marxismo— o una defensa del estatus quo. Lo primero más sexy, pero cae mejor en manos de un extremo anti-comunista, lo segundo, particularmente somnífero, sobre todo para una campaña de pragmatismo, tediosamente larga, de cuatro meses.
Sebastián Sichel salió victorioso de la primaria de su sector, ganándole con amplio margen al emblema del gremialismo, a la cara del socialcristianismo popular, y al candidato del partido liberal-conservador por excelencia. Y ganó porque su discurso era nítido, un liberal-demócrata, de centro, independiente. Un discurso coherente al respecto, y muy diferenciado del de los otros tres candidatos de su coalición.
El tenía dos opciones, poner el énfasis en sus puntos de diferenciación, sabiendo que los adversarios de primera vuelta son muy distintos a los de las primarias, o intentar llevar un pragmatismo de consenso, en teoría, muy útil en segunda vuelta, durante toda la campaña posterior a la primaria.
El resultado: muchos liberales de centro e independientes perdieron el entusiasmo, muchos conservadores se entusiasmaron tanto que se pasaron al conservador original más conservador de todos, la candidatura de Kast.
Y los partidos de Chile Podemos Más están más enfocados en su sobrevivencia parlamentaria, Sichel les ganó una primaria, casi los duplicó a todos ellos sumados y sin la ayuda de ninguna de estas colectividades, hoy parecen más un salvavidas de plomo, no por falta de calidad humana —hay gente muy valiosa en todos los partidos— pero si por el componente ideológico conservador que define a la coalición de la derecha y la centro derecha históricamente.
El escenario está particularmente líquido —sino pregúntenle a Pamela Jiles, Joaquín Lavin y Daniel Jadue— y aún queda un mes y medio de campaña. Pero si Sebastián Sichel quiere pasar a segunda vuelta, tendrá que hacerlo redefiniendo su estrategia, y apretar el acelerador con todo.
¿Puede recuperar al mundo libertario o neoliberal?
Si, puede, en general ese mundo, se traga amargamente el conservadurismo de Kast, y está a la espera de coherencia ideológica.
¿Puede recuperar el centro?
Si, se puede, la candidatura de Provoste no termina de prender, y hay un mundo progresista que no tiene candidato —o no quiere votar por MEO por razones morales— y que se puede ver reconquistado por Sichel, sobre todo si vuelve a reconectar con el votante más joven o millennial.
¿Puede recuperar Sebastián a los independientes?
Claro que puede, la candidatura de Franco Parisi se vio particularmente herida por un sin fin de temas —y sobre todo, él hecho de que no esté en Chile para defenderse— por lo que Sebastián puede atraer a esa masa de jóvenes de clase media que no confían ni en la derecha ni en la izquierda, considerando que de todos los candidatos presidenciales, el único formalmente independiente es el.
Tiene sólo que volver a mostrar su faceta más liberal, más rebelde y más independiente, y podrá volver a despegar en esta última parte de la campaña.
¿Puede Sichel pasar aún a segunda vuelta?
Claro que se puede.
Lucas Blaset
Analista Político
Estoy totalmente de acuerdo, creo que los extremos son peligrosos y la cordura debería ganar, todos por Sichel.
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