Ética, humanismo y pareja: De la dialéctica del amo y el esclavo al abrazar el rostro humano del otro
“La desaparición de las relaciones de reconocimiento lleva a experiencias de desprecio y humillación que no pueden quedar sin consecuencias para la formación de la identidad del individuo. Una ética del reconocimiento se orientaría a asegurar las condiciones del reconocimiento reciproco” – Axel Honneth
“El yo, no es un ser que permanece siempre el mismo, sino el ser cuyo existir consiste en identificarse, en recobrar su identidad a través de todo lo que le acontece. Por ello, ser libre es construir un mundo en el que se pueda Ser” – Emmanuel Levinas
Mientras que la moral es adoptar presupuestos y prejuicios (sociales, culturales, religiosos, etc.), la ética consiste en reconocer la realidad en su debida proporción y contexto, el abrirse a los fenómenos y percibirlos de forma honesta y abierta desde la razón, en vez de recibirlos después de haber sido procesados por el horizonte cultural, social o religioso que dicte el entorno o la convención. A la moral no le importan ni los fenómenos ni la realidad, ni las personas. Tan solo le importa cumplir con el mandato que la convención social, cultural o religiosa le dicta. En cambio, la ética está comprometida con percibir, reconocer, asumir y comprender en su debida proporción y contexto a la realidad, a los fenómenos, a uno mismo y a las otras personas. Es decir, la moral niega la realidad fenoménica en pos de obtener los beneficios sociales de cumplir con la convención y de obtener una posición de poder, simbólica o fáctica, sobre el prójimo, y poder así controlarle y someterle. Ya sea por medio de la fuerza, del chantaje, de la manipulación o de la presión social. La Ética asume la realidad fenoménica y elabora respuestas acorde a la proporción y contexto de tal realidad. A diferencia de la moral, la ética al reconocer la realidad fenoménica del otro, reconoce también su humanidad, su dignidad humana y su valía. Y, por ende, se ve comprometida a renunciar a la dialéctica del amo y el esclavo, renunciando a su vez a establecer posiciones simbólicas de poder y de abuso, y a cualquier tipo de derechos especiales por cualquier condición-pretexto.
En este sentido, la postura ética hacia el otro, y en este caso para con mi pareja, es reconocerle como el ser fenoménico, contingente y existente que es. Es decir, reconocerle en toda su dimensión humana, vital y sintiente. por que el negar al otro, negar su amplitud, su profundidad, su realidad humana implica negar el fenómeno humano que el es. Lo que implica negar la realidad. Lo que es todo lo contrario a la ética. Cuando yo niego la realidad humana del otro, en pro de anteponer preconcepciones sociales, culturales o religiosas, es decir, cuando yo niego la realidad humana del otro para anteponer alguna moral, estoy yendo contra la realidad fenoménica de ese otro, negando su contexto y en su proporción y, por ende, al negar al otro como realidad, como ser humano, estoy actuando sin ética. Así, estaré siendo muy moral (cumpliendo con las convenciones y demandas sociales, culturales y religiosas), pero estaré actuando sin ninguna ética.
Cuando yo me niego a reconocer la realidad humana del otro, estoy negando su existir de forma que le acabo violentando. Y cuando en una dinámica de pareja me niego a reconocer simbólicamente al otro, estoy cayendo en el clásico juego de establecer una posición simbólica sobre del otro al negarle existencia simbólica en tal o cual aspecto. Y de esta forma adquiero una posición de poder y de dominio sobre del otro. Al negar al otro simbólicamente y al negarlo como ser fenoménico, existente, al negar la realidad humana y sus necesidades para una vida buena y digna, al negarle el reconocimiento de lo que ese otro es, estoy condenándole a vivir dinámicas interpersonales frustrantes y de insatisfacción. Esto quiere decir que hay dos formas de negar al otro: negar la realidad humana del otro, cegarme a lo que el otro requiere para vivir una vida plena y buena y negar mi reconocimiento simbólico. Es decir, negarme a reconocer cualquier dimensión de valor que ese otro tenga para mi y para el mundo, es decir, negar las necesidades simbólicas del otro. Ambas dimensiones de negación se realizan a través de la herramienta que la moral ofrece. Esto por que negar al otro como fenómeno, como persona y negar al otro simbólicamente, lo que representa para mi y para el mundo, es la forma en la que yo puedo establecer posiciones de poder, de control y de abuso sobre del otro. Al adoptar convenciones morales, puedo cegarme, negar al otro por medio de las convenciones que rechazan o niega esa realidad humana y/o simbólica en particular. Por eso la moral es siempre incongruente e inconsistente. Porque se emplea siempre ad hoc, a conveniencia y acorde a lo que se quiera negar o enfatizar. La negación del otro es siempre un ejercicio instrumental, es un mecanismo para obtener poder sobre del otro. minándolo simbólicamente y minando su humanidad. Restándole cada vez más elementos humanos al otro, se vuelve más viable la dominación y el control sobre de él. Esto, por supuesto, es tremendamente dañino para la relación. Pues al minar al otro, se minan muchos de sus aspectos y, por ende, se minan todos esos elementos que enriquecerían a la relación y la harían disfrutable y retroalimentadora. Sin embargo, y aunque no nos guste escucharlo, esta es la dinámica que, en mayor o menor grado, rige en la mayoría de las relaciones de pareja. Por que nos enseñan a invalidar la individualidad, la autodeterminación, la libertad y la humanidad del otro para poderle controlar. Nos enseñan a tenerle terror, fobia y a sentir repulsión por la individualidad, la libertad, la autodeterminación y la humanidad del otro. nos enseñan a crear sistemas en los que mutuamente atacamos esos aspectos, los inhibimos y los minamos de forma sistemática y compulsiva. Aprendemos a que esa es la única forma posible de interactuar con los demás, destruyendo o cuando menos diezmando en un alto grado su individualidad, su autodeterminación, su libertad y su humanidad. Esto esta en todo el viejo testamento y el nuevo testamento; y está en la mayoría de las religiones, así como en las ideologías como el Marxismo, el contrato social de Rousseau y muchas otras concepciones anti-liberales de la sociedad.
¿Por qué es tan común este mecanismo de control en el que los individuos mutuamente se mutilan y que especialmente se da en las relaciones de pareja y en las dictaduras de estado? Es un mecanismo muy simple: por que lidiar con la libertad, la individualidad, la autodeterminación y la humanidad del otro es muy complejo, implica un ejercicio de enorme responsabilidad, de aprender a reconocer la realidad en su debida proporción y en sus diversos contextos; y además implica aprender a interpretarla acorde a esos contextos y proporciones contingentes. Es por supuesto mucho más fácil cegarse a todo ello y atenerse a los presupuestos y prejuicios universalizables y universalizados que las convenciones sociales, culturales y religiosas ofrecen. Y porque siempre es más fácil lidiar con el otro si se le mina, si se le niega la posibilidad de ser libre, de autodeterminarse, de ser un ser individual; si se niega su realidad humana y se le niega el reconocimiento simbólico que merece. Es una cuestión de tener control sobre del otro porque se teme quedar vulnerable o expuesto si se libera al otro, si se reconoce su humanidad y si se le reconoce simbólicamente. Por eso negar al otro es anti-ético, por eso negarle al otro su libertad, su individualidad, y su autodeterminacion es anti-ético, pues se le niega realizarse plenamente. Y por eso negar la realidad humana del otro y negarle el reconocimiento de lo que es, de lo que vale, de lo que significa es anti-ético, pues se niega la realidad de ese ser. Y se niega con el fin de minarle y de controlarle. Violentar al otro, de forma simbólica o de forma fáctica, puede ser justificado por medio de las convenciones morales, establecer derechos especiales a mi conveniencia, puede ser justificado por las convenciones morales, e incluso abusar del otro puede ser justificado por las convenciones morales. Sin embargo, la ética jamás lo permite pues la ética es el reconocimiento del otro y negar al otro, violentarlo, abusar de él, es contrario a la ética, es contrario al reconocimiento del otro como fenómeno, como realidad.
Por ejemplo, moralmente se justifica el abusar o violentar al otro cuando uno siente celos -justificados o no- de hecho, la respuesta violenta o de abuso se ve como una respuesta natural y espontanea. Sin embargo, eso es por que no se reconoce al otro como fenómeno, sino como mero medio, y así se justifica cualquier violencia cuando se siente que el otro ha salido de la convención social, cuando ha roto el control bajo el que se encontraba. Sin embargo, alguien puede sentir celos, pero decidir asumir responsablemente su emoción, su estado psicológico, y no usarlo como pretexto para agredir o abusar del otro. sentir celos es una cosa y la forma en que decido reaccionar es otra cosa muy distinta. Sin embargo, en nuestra cultura de fobia a la individualidad, a la libertad, la autodeterminación y la humanidad del otro, cualquier seña de que el otro esta rompiendo con la convención, cualquier señal de que el otro esta rompiendo con el control que se le a impuesto, es una plena justificación para ejercer violencia, abusos y coerción. En nuestra cultura, cuando el otro da el mínimo indicio de no someterse a las convenciones, se justifica e incluso se demanda moralmente la violencia y la coerción.
¿pero, cual seria la utilidad real de esta dialéctica del amo y el esclavo en las relaciones de pareja? Bueno, en realidad la única utilidad es la de mantener control sobre del otro. pero este control será a costa de destruir la relación, la pasión, el disfrute y cualquier posibilidad de una dinámica plena y positiva. El miedo a la incertidumbre y el miedo a perder el control suelen ser mayores a él disfrutar de la vida, a disfrutar del otro en toda su plenitud, amplitud y profundidad humanas. El miedo a la incertidumbre y a perder el control, nos llevan a destruir las condiciones interpersonales de posibilidad para que el otro se aperture, se sienta en confianza de abrirse y se pueda desarrollar con nosotros. Impidiéndonos conocer y disfrutar realmente del otro, su individualidad, su libertad, su autodeterminación y, sobre todo, su humanidad. Si yo violento y coerciono al otro, si yo soy reactivo cada vez que el otro da indicios de individualidad, de autodeterminación, de libertad y de humanidad, el otro cada vez se aperturara menos ante mí, cada vez se sentirá con menos confianza para abrirse, para compartirse, para ser el mismo de forma sincera y abierta, porque sabe que será violentado de una u otra forma, implícita o explícitamente, fáctica o simbólicamente. Por qué será chantajeado, manupulado o satanizado de forma que sabrá que cada vez que intente aperturarse, será sancionado y castigado. Cerrándose cada vez más, entrando en una espiral de auto negación y de auto inhibición para no tener conflictos con la pareja. Y generalmente esta dinamia es bidireccional. Ambos usan estos mecanismos para inhibirse, satanizarse, castigarse y negarse mutuamente. Creado cada cual, desde su lado, derechos especiales ad hoc. Manteniendo una dialéctica bidireccional del amo y el esclavo en la que en algunas cuestiones se será el amo y en otras el esclavo.
Para superar estas dinámicas se debe uno preguntar si se quiere adoptar una actitud de ser para la muerte, de evadir e incluso matar todo lo que sea difícil de afrontar, de manejar; todo lo que cause incertidumbre, incomodidad y en general todo lo que cause dolor emocional y psicológico. o adoptar una actitud de ser para la vida y asumir que cuando uno vive amplia y profundamente, cuando uno deja al otro ser libre y autónomo, habrá que enfrentarse a la incertidumbre, al miedo, al dolor psicológico y emocional y se tendrá que aprender a manejar todas esas cosas. Y es que, si uno mata todo aquello que pueda causar dolor o incomodidad emocional o psicológica, se acabara en un rincón muy pequeño de la vida, perdiéndose todo lo que esta breve existencia nos ofrece. En cambio, conforme se aprenda a ser resiliente, a metabolizar las emociones dolorosas e incomodas; conforme se aprenda a enfrentarse a la incertidumbre, a la inseguridad y a la falta de control, se podrá vivir de forma mucho mas plena, mucho mas profunda y mucho mas amplia. Y es que cuando convertimos al otro en nuestro esclavo, a su vez nosotros mismos nos convertimos en el esclavo del otro, nos volvemos absolutamente dependientes del otro y eso nos lleva a ser tremendamente controladores, posesivos e inseguros, incluso llevando a las personas a estados paranoides y esquizoides. Por ello aprender a reconocer la individualidad, la libertad, la autodeterminación y la humanidad del otro, nos lleva a reconocer lo en nosotros. Y reconocer al otro simbólicamente nos enseña a no aceptar caer en dinámicas en donde a su vez nos nieguen simbólicamente a nosotros. Así, liberar y reconocer al otro, nos lleva a liberarnos a nosotros mismos y a reconocernos. Y solo si se parte de este punto mínimamente ético y mínimamente sano es que se pueden construir relaciones de pareja dignas y positivas.
El otro es mi marco de referencia por el que, cual espejo, yo construyo una parte de mi identidad. Y a su vez yo soy para el otro un marco de referencia por el que, como espejo, construye parte de su identidad. Y podemos optar por dos caminos: el de la dialéctica de minarnos mutuamente, de restarnos, invalidarnos y negarnos para controlarnos mutuamente y no sentirnos inseguros. O el de la dialéctica de ser mutuamente el mejor marco de referencia posible, de forma tal que el otro crezca y me haga crecer en esos aspectos que compartimos. Así, reconocer la realidad humana del otro, incluida la necesidad de reconocimiento simbólico, de libertad, de autodeterminación, de individualidad y de plena realización en todos los aspectos, llevara a comprometerse con el otro éticamente, de forma tal que yo le brinde la libertad y el respeto necesarios para que pueda sentirse pleno y se pueda desarrollar en todos sus aspectos. y si se establece una dialéctica en la que mutuamente se brindan de esta forma, en la que ambos crecen y se desarrollan -En vez de haber dos mutilados que a cada paso se necesitan mutilar mas para controlarse, desperdiciando su vida en no vivir para controlar al otro-, entonces esa relación de pareja verdaderamente valdrá la pena y le brindará a ambos un contexto verdaderamente valioso y digno.
Alfredo Tonathiu Viniegra Rodríguez
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